Si te llevo a la locura by Eleanor Rigby

Si te llevo a la locura by Eleanor Rigby

autor:Eleanor Rigby [Rigby, Eleanor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-04-15T00:00:00+00:00


Capítulo 16

Nadie pronunció palabra hasta que el mayordomo hubo cerrado la puerta de la casa, aliviado. Nathaniel y Arian fueron los primeros en saltar al interior del carruaje, ansiosos por compartir sus impresiones y también catatónicos por el precipitado desarrollo de los acontecimientos. Cassidy permaneció en la acera, sabiendo que Shannon se asomaría a la ventana para despedirlo de nuevo aireando la mano.

No lo decepcionó. Su rostro pálido apareció enmarcado por las cortinas escarlata. Parecía un fantasma travieso. Movió los labios pronunciando un «te quiero» que obligó a Cassidy a cerrar los ojos para controlar sus emociones. Se besó los dedos, esperando que la huella de sus labios viajara por el aire y permaneciera con Shannon el resto de su vida. Una vida en la que no podría acompañarla.

Ya no.

Se dio la vuelta para poner un pie en el peldaño del carruaje. No llegó a impulsarse para subir. Antes, alguien lo agarró por el cuello de la chaqueta y tiró de él hacia atrás.

Sintió la presión de una boca helada en el lóbulo de la oreja y su tono afilado pronunciando con acento irlandés:

—¿Qué demonios haces aquí?

—La visita de rigor —respondió sin alterarse.

—A mí no se me ha informado de ninguna visita. No pones un pie en mi casa si yo no estoy presente para vigilarte, Davenport —siseó El Irlandés—. Así son las reglas.

—Ha sido algo improvisado. Pasaba por aquí y pensé en saludarla. Ve y comprueba cómo mi aparición la ha serenado. Esperaré aquí mismo tu veredicto, si con eso te quedas tranquilo.

—Yo no estoy tranquilo cuando rondas por aquí. —Tiró más de la chaqueta, asegurándose de que lo ahogaba con la presión de la corbata en el gaznate.

—Eso tiene… una solución muy sencilla —consiguió articular.

La mera insinuación ensombreció el rostro del Irlandés.

—Ni lo sueñes, hijo de perra. Vas a seguir viniendo porque lo prometiste en tus votos: en la salud y en la enfermedad. Pagarás por lo que hiciste hasta el último día de tu vida.

Lo soltó de un empujón que casi le hizo tropezar hacia delante. Cassidy se giró a tiempo para comprobar que El Irlandés entraba en la casa gritándole al asustadizo mayordomo. Le pidió disculpas en voz baja al pobre criado y por fin se refugió de la pesadilla en el carruaje, donde Arian y el duque lo esperaban con gesto sombrío. El propio Cassidy se notaba entumecido y algo desorientado, como si acabara de emerger de un sueño.

—No he intervenido porque sospechaba que vernos aquí lo enfurecería más aún —admitió Arian—, pero ganas de darle un puñetazo no me han faltado.

Cassidy soltó una carcajada lacónica y mandó iniciar la marcha con un golpecito en el techo.

—Antes de que pudieras alzar el puño, el Irlandés ya te habría reducido a cenizas.

—Estamos hablando del famoso hermano, supongo —adujo el duque.

—El mismo. Niall Devlin, un famoso contrabandista irlandés al que pocos llaman por su nombre.

—Con ese perro desquiciado en la familia me parece que, con o sin golpe, Shannon habría acabado mal de la sesera —bufó Arian. No dejaba de revolverse en el asiento.



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